miércoles, 30 de marzo de 2016

El Barroco musical

El Barroco se define comúnmente como el periodo que abarca aproximadamente desde 1600 hasta mediados del siglo XVIII. Es ampliamente aceptado que la música de esta época tiene ciertos rasgos que justifican que se le considere un “periodo estilístico”. En la crítica de arte, el término “barroco” –palabra francesa derivada del portugués barroco, que significa perla desfigurada– fue aplicado por primera vez a la música de la ópera de Rameau Hippolyte et Aricie (1733), para expresar atrevimiento, aspereza e incoherencia.

Pronto fue adoptado en la crítica del arte y la arquitectura de la época anterior para indicar irregularidad y extravagancia. J.-J. Rousseau (1768) definó la música barroca como aquella en la cual “la armonía es confusa, cargada de modulaciones y disonancias, la melodía es dura y artificial, la entonación es torpe y el movimiento constreñido”. En la crítica de arte del siglo XIX, llegó a representar las etapas finales “decadentes” del arte del Renacimiento; fue sólo a principios del siglo XX que se comenzó a usar para el estilo musical de un periodo y perdió sus connotaciones negativas.

Con el libro Music of the Baroque Era (1947) de Manfred Bukofzer, se concretó la idea de un periodo estilístico definible en música, incluyendo el análisis de las características musicales que podrían considerarse parte de esa época y señalando los paralelismos o analogías con otros aspectos de la historia cultural. Si bien se acepta que el siglo y medio que va de 1600 a 1750 es una división apropiada, es ampliamente admitido que muchas características del estilo barroco pueden encontrarse en parte de la música de la segunda mitad del siglo XVI (especialmente italiana) y que otras persistieron en algunas partes de Europa –en su mayor parte periféricas– hasta finales del siglo XVIII, aunque en otras regiones, los signos de una nueva era estilística se distinguen ya en la década de 1720. Algunos escritores subdividen la época barroca en tres partes: temprana, hasta mediados del siglo XVII; intermedia, hasta finales del siglo XVII; y tardía, hasta las muertes de Bach y Handel.

El principio estético central del Barroco fue que la música debía expresar estados afectivos y que debía mover las pasiones del oyente; éstas estaban prescritas por las palabras que habrían de musicalizarse (o la interpretación que el compositor hacía de ellas) en el caso de las obras vocales, aunque también se aplicaba a las obras instrumentales. Este desarrollo tenía sus raíces en los orígenes del humanismo, el estudio subsiguiente de los principios de la retórica clásica durante el siglo XVI, y la filosofía de la Contrarreforma. Durante el siglo XVII, los teóricos, en Alemania especialmente, desarrollaron una serie compleja de paralelismos entre retórica y música por medio del análisis de figuras musicales similares a las figuras del lenguaje del orador. Éstas debían usarse para propósitos afectivos con el fin de despertar estados emocionales idealizados en el oyente.

Estilísticamente hablando, varios rasgos pueden determinarse como característicos del Barroco temprano, distinguiéndolo de la era precedente. Mientras que la música del Renacimiento se considera en grandes términos caracterizada por una polifonía plana, líneas fluidas y texturas homogéneas, en la época barroca los compositores buscaron contraste en varios planos distintos: entre suave y fuerte (como se ve en el ejemplo de la Sonata pian e forte de Giovanni Gabrieli, 1597); entre solos y tuttis u otros grupos contrastantes (el estilo concertado), como en los varios tipos de concierto incluyendo el motete vocal así como el de tipo instrumental que surgió en esta época y afectó muchos otros géneros de música; entre los distintos colores vocales e instrumentales; entre lento y rápido, al alternar secciones de una obra de varias secciones, incluso entre diferentes voces o instrumentos (una voz de movimiento rápido combinada con una de movimiento lento). La tradición
del Renacimiento veneciano tardío de escribir para varios coros (vocales o instrumentales) y de usar efectos espaciales, así como el desarrollo posterior de esa tradición en una escala masiva asociada con la música eclesiástica romana del siglo XVII, es un producto capital del pensamiento contrarreformista: saturar las emociones del oyente con la grandeza y la magnificencia de la música de la misma forma en que las grandes catedrales de la época lo hacían con su sólida arquitectura (muchas en Italia, pero también en otras partes, como en Salzburgo y St Paul’s en Londres).

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