miércoles, 7 de septiembre de 2016

Concierto Número 21 en Do mayor para Piano y Orquesta, K. 467 de W.A.Mozart

El Concierto en Do mayor (ver partitura) fue terminado el 9 de marzo de 1785 y estrenado el día siguiente por el compositor, en Viena. Tenía 29 años de edad. Vamos a adentrarnos en esta fantástica obra.

UN POCO DE HISTORIA

W.A.Mozart
Unos pocos años después de que Mozart se mudara de Salzburgo a Viena, su padre Leopoldo fue a visitarle. Leopoldo, que había manifestado siempre un activo interés por la carrera de Wolfgang, estaba ansioso de compartir los éxitos de su hijo. Salió de Salzburgo el 28 de enero, llegó el 11 de febrero y encontró a su afortunado hijo viviendo lleno de lujos. Esa misma noche, Leopoldo asistió a un concierto en el que Wolfgang estrenó "un concierto nuevo y muy bello". Esta obra, K.466 en Re menor, el concierto hermanado con el que ahora comentamos, había sido terminada el día del concierto y, como de costumbre, no hubo tiempo para ensayarla. Sin embargo, "el concierto fue incomparable y la orquesta tocó espléndidamente", escribió en una carta Leopoldo.

Se impresionó todavía más al día siguiente. Haydn vino a visitar a Mozart y Leopoldo y Wolfgang se unieron a otros invitados, tocando algunos de los cuartetos para cuerda que Mozart había terminado recientemente y pretendía dedicar a Haydn. Haydn le dijo a Leopoldo una frase que ha sido inmortalizada: 

"Le digo a usted ante Dios, como hombre honesto, que su hijo es el compositor más grande que conozco, en persona o de nombre. Tiene buen gusto y el máximo conocimiento de composición."

Leopoldo iba a quedar nuevamente deslumbrado al día siguiente, Wolfgang tocó un concierto en presencia del emperador, que agitó su sombrero y gritó: "¡Bravo, Mozart!" Y así siguió. Leopoldo permaneció en Viena otras cinco semanas, una y otra vez alborozado por los éxitos de su hijo.

El 10 de marzo, Mozart dio un concierto para su propio beneficio. En él tocó otro nuevo concierto para piano, el K.467. Esta obra, escrita sólo un mes después del K.466, del que hablaremos con detalle en otra ocasión, es totalmente diferente de esta última. Expansivo en lugar de tenso, lleno de pompa militar en lugar de pasión romántica, este concierto tuvo un enorme éxito. Leopoldo expresó algunas dudas sobre la dificultad que presentaba y sobre ciertas disonancias, probablemente en el movimiento lento, pero la pieza fue muy bien recibida.

El compositor se sentía lo suficientemente confiado en cuanto a su popularidad para no preocuparse tanto por el gusto del público en sus conciertos: la naturaleza meditabunda del K. 466, las disonancias del K. 467, el modo menor del K. 466 y del K. 491 y los movimientos lentos en modo menor del K. 482 y del K. 488 son ejemplos de esta creciente independencia respecto de la música "social" durante sus años de éxito en Viena.

Leopold Mozart
El padre de Mozart partió de Viena el 20 de marzo, feliz pero exhausto. Desgraciadamente no volvería a ver a su hijo, pues Leopoldo murió dos años más tarde.

Los ritmos marciales y el énfasis en las trompetas y los tambores dan el tono al primer movimiento del K. 467. Contiene nada menos que 8 melodías independientes, muchas de carácter altamente rítmico y la mayoría bastante breves. La elaboración de este mosaico de materiales variados exige un movimiento largo. Hay algunas osadas excursiones armónicas que ensombrecen el mundo soleado del Do mayor, más ejemplos del creciente desdén de Mozart por el gusto popular.

El movimiento lento contrasta con el marcial primero. Contiene el lirismo que elude expresamente el movimiento de apertura. Además, el andante tiene su propia sonoridad especial, creada en parte por la orquestación y en parte por las punzantes armonías. Estas disonancias realmente hicieron que Leopoldo sospechara de un error del copista.

El final reconcilia los estados de ánimos divergentes de los otros dos movimientos. Basado en un tema usado anteriormente en el Concierto para Dos Pianos, K.365, este rondó tiene una gran sofisticación y un ingenio reticente. Su superficie elegante disfraza una sutileza considerable.

CONTEXTO MUSICAL. LOS CONCIERTOS PARA PIANO EN LA ÉPOCA CLÁSICA

Aunque Mozart escribió conciertos para piano en Salzburgo en la década de 1770, en particular el apasionado Concierto para piano en Mi bemol mayor, K. 271 (1777), los diecisiete conciertos escritos en Viena ocupan un lugar central en la producción mozartiana. Los compuso en primera instancia como repertorio de sus propios conciertos públicos y procuró que agradasen a toda una multiplicidad de oyentes. Como le escribió a su padre el 28 de diciembre de 1782, los tres primeros conciertos de Viena, K. 413-415:

"son un feliz medio entre lo demasiado difícil y lo demasiado fácil. Son brillantes —agradable al oído— y naturales sin ser vacíos. Hay pasajes aquí y allá que sólo los entendidos podrán apreciar completamente, pero el oyente común los encontrará satisfactorios también, aunque sin saber por qué."

Cada uno de los conciertos de Viena es una obra maestra individual; todos juntos evidencian al mejor Mozart. Los conciertos de Mozart siguen el esquema tradicional en tres movimientos, en la secuencia rápido-lento-rápido. El primer movimiento fusiona elementos de la forma ritornello y de la forma sonata, como lo hacen los conciertos de J. C. Bach, que son los modelos principales de Mozart en estas obras para teclado. Si comparamos el primer movimiento del Concierto para piano en La mayor, K.488, de Mozart, compuesto en 1786, con el concierto de J.C.Bach, vemos las mismas líneas generales:
  1. Las secciones del solista se asemejan a la exposición, el desarrollo y la reexposición de una forma sonata, con el solista acompañado por la orquesta y dialogando en ocasiones con ella.
  2. El ritornello inicial de la orquesta introduce el tema del primer movimiento, la transición, el segundo tema y el tema conclusivo, pero permanece en la tónica.
  3. El ritornello regresa, muy abreviado, para marcar el final del primer solo y el final del movimiento.
Como Bach, Mozart incluye una cadencia para el solista, aunque su cadencia interrumpe por lo general el ritornello final, como ocurre aquí. Es también típico de la práctica de Mozart el puntuar las largas secciones del solista con pasajes para orquesta completa que funcionan como nuevos ritornellos. Aquí éstos incluyen la transición dentro de la exposición y de la reexposición del solista y las dos primeras frases de la reexposición. Las otras diferencias se encuentran en los detalles que hacen único cada primer movimiento. 

Mientras que el concierto de Bach utilizaba el tema conclusivo para los ritornellos posteriores, en el K.488 Mozart utiliza sobre todo la transición, un tutti enérgico y percusivo que contrasta marcadamente con los temas líricos y tranquilos. Mozart introduce una nueva idea al comienzo del desarrollo, que pasa a ser el foco de atención de la sección y regresa al final de la reexposición | en el ritornello final. La forma resultante sigue la convención en muchos aspectos, aunque puede sorprender al oyente con diversos rasgos individuales. El movimiento está teñido de la característica riqueza mozartiana de invención melódica, diversidad de figuración y elegancia.

El segundo movimiento de un concierto de Mozart se parece a un aria lírica. Suele estar en la subdominante o en la tonalidad principal o, con menor frecuencia, en la dominante o en el relativo menor. Su forma puede variar, la más frecuente es la de sonata sin desarrollo o, en ocasiones, la forma de variaciones o de rondó. 

El movimiento final suele ser un rondó o un rondó-sonata con temas de carácter popular, tratados en virtuoso estilo fulgurante y con oportunidades para una o más cadencias.

Aunque los conciertos eran piezas de exhibición destinadas a encandilar a la audiencia, Mozart nunca permitió que el despliegue de virtuosismo dominase la obra. Siempre mantuvo un equilibrio del interés musical entre las partes de la orquesta y del solista y su oído infalible es evidente en las miles de combinaciones de colores y texturas que supo extraer de la interacción entre el piano y los instrumentos de la orquesta, oficialmente los de viento. Además, el objetivo del compositor de obtener una respuesta inmediata del público no le impidió expresar profundas ideas musicales.

ESTRUCTURA DE LA OBRA

Piano original de Mozart
El concierto número 21, en do mayor (K467) tiene la siguiente estructura instrumental: acompañamiento, dos violines, viola, bajo, una flauta, dos oboes, dos fagots, dos trompas, dos trompetas y timbales. La duración de la ejecución es de alrededor de veintisiete minutos.

Su Andante elegíaco, del que se han adueñado sin vergüenza varios cineastas, ha bastado para dar a esta composición, fechada el 9 de marzo de 1785, una inmensa popularidad. Su majestuosa firmeza, su brillante elegancia, muestran con qué rapidez era capaz Mozart de pasar de una atmósfera a otra radicalmente diferente.

Veamos sus tres movimientos:

1. Allegro maestoso (en do, compás de 4/4): 

Un tema de marcha en el que la cuerda y el viento se responden impone su ritmo solemne en el primer movimiento. 

Le sigue un segundo tema, un corto diálogo entre la flauta y los oboes. El retorno del tema inicial, en imitaciones, así como un ritornello cuya modulación a menor turba por un instante la luminosidad, preceden la entrada del solista, que lo hace en la tonalidad de sol mayor, como si fuera una cadenza. Después de un calderón, reaparece la marcha en la orquesta y seguidamente continúa el piano la melodía y la prolonga con un ritornello lleno de gracia. Dos compases orquestales introducen un nuevo motivo del piano, en sol menor, antes de que el segundo tema del solista recobre la dulce luz del modo mayor. 

El tema inicial vuelve al piano y da lugar a un importante episodio contrapuntístico de una gran dificultad de ejecución. Un acorde de si menor crea de nuevo las incertidumbres, mientras que el desarrollo, en mi menor, es sumergido por una ola de modulaciones y de cromatismos hasta el retorno del tema principal, piano, en la orquesta. La recapitulación presentará de nuevo los elementos ya escuchados (excepto el que está en sol menor) y estará dominada por el ritmo de marcha que subtiende toda esta página.

2. Andante (en fa, compás de 4/4): 

Utilizado numerosas veces por todo el mundo, este movimiento sigue escuchándose con un placer siempre renovado. El genio melódico de Mozart y su incomparable arte de la modulación crean una inefable poesía nocturna gracias a un canto continuo que exhala una intensa y contenida emoción. El tema se despliega primero en la orquesta, después en el piano, sobre el pizzicato de la cuerda.

Continúa una nueva melodía, en re menor, que modula inmediatamente a fa mayor antes de detenerse en una cadencia sobre do. Nuevas modulaciones a sol y a re menor antes de llegar a un nuevo pasaje confiado al solista, que comienza en si bemol y se altera a continuación por numerosos deslizamientos de tonalidades (si menor, fa menor, do mayor) desembocando en la bemol con la repetición del tema principal antes de volver a fa mayor. Una corta coda termina esta ensoñación de ritmo obsesionante, coloreada discretamente por los instrumentos de madera y de metal.

3. Allegro vivace (en do, compás de 2/4): 

Hemos de preguntarnos si este rondó, que toma la forma sonata, está a la misma altura de inspiración que los dos movimientos anteriores. Su tema, lleno de vivacidad, es expuesto por la orquesta y repetido por el solista antes de llegar a un largo tutti lleno de imitaciones. El primer intermedio comienza en do y se concluye en sol; sus tres temas son confiados principalmente al piano, con divertidas intervenciones de la flauta, el oboe y el fagot. El segundo, que sirve de desarrollo, es un animado diálogo entre el solista, los instrumentos de madera y los de metal, que juegan con el comienzo del tema inicial, repetido al principio en la mayor. El último intermedio es una recapitulación de lo que precede, con algunos cambios, entre ellos modulaciones menores; un breve tutti conduce a la cadenza libre y un último retorno del estribillo sirve de conclusión.

Os dejo una excelente interpretación:



ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

El K.467, el segundo de los tres grandes conciertos compuestos en 1785 (K.466, K.467 y K.488), vio la luz en marzo de aquel año, cuatro semanas solamente después de su célebre hermano K466; gracias a las informaciones de Mozart, sabemos que fue compuesto "para la academia del 12 de marzo" y que cosechó "un éxito extraordinario". Esta noticia nos confirma que dicho concierto se compuso en un momento de la vida de Mozart aún risueño, en el que su valía como intérprete, aún mas que como compositor, encontraba entusiástica resonancia entre el público vienés.

Tras los arriesgados e inesperados momentos "románticos" del oscuro K.466, el K.467 parece buscar una tregua emotiva y, al mismo tiempo, proponer un homenaje tranquilizador: esto lo rubrican los dos movimientos 'allegri', que parecen recordar el estilo galante, transfigurado por la sabiduría vienesa. Pero, tras la elegancia y luminosidad de la escritura, se esconden las sombras en menor del primer movimiento, como un preludio del tema de la sinfonía K.550; en símbolo de la "nueva luz" (Albertini) se convierte acto seguido el inolvidable andante (con la cuerda con sordina, y las trompetas y los tímpanos eclipsados), una especie de lied de emotividad intensa y, sin embargo,' contenida, que se desliza hacia la melancolía, un lied constantemente retomado y reconducido a una tonalidad más suave.

Sobre los conciertos para piano en general, comenta Greither: 

"En los años siguientes, M. se alejó cada vez más de los oídos largos' y escondió lo mejor que tenía que decir en las relaciones, extremadamente refinadas, entre instrumento solista y orquesta. Esta evolución, y el consiguiente menor efecto que sus conciertos ejercían sobre el público, se puede apreciar fácilmente en las distintas etapas de su producción."

Sobre el K 466 en concreto, opina Alfred Einstein

"Todo este concierto —y, en particular, su modulado discurrir de la oscuridad a la luz— es uno de los ejemplos más maravillosos de la armonía iridiscente de M. y de la amplitud de campo existente en la concepción de esta tonalidad." 

Hutchings: 

"de los cuatro conciertos de M. en Do mayor, éste es el más uniforme y completo (...). Figura también entre las obras más gozosas, y encontramos una ternura especial en la atmósfera onírica de su andante (...)".

Atossin: 

"Es aquí, y no en las agitaciones y las angustias, donde se confirma la valentía de M.: en el autodominio y en la amplitud de su corazón." 

Einstein:

"El andante, con la cuerda con sordina, los tercetos vacilantes y el acompañamiento 'pizzicato', de amplio aliento, de la cantilena del solista, es un aria ideal, finalmente libre de todas, las limitaciones de la voz humana."

Referimos una observación de Rattalino sobre, la prodigiosa riqueza de los movimientos del K 467: 

"Son por lo menos seis las ideas que expone el piano en el primer grupo temático. (...) el primer tema comienza como una caja china y deja que salgan las ideas una tras otra, hasta la sexta idea en menor (...)."

La cuaresma de 1785 constituye el punto álgido de la actividad concertística de Mozart; en el espacio de dos meses da vida a nada menos que seis conciertos de abono (los días 11, 18 y 25 de febrero, y 4, 11 y 18 de marzo). Por desgracia, no existe correspondencia entre padre e hijo dado que Leopold se hallaba a la sazón en Viena. 

En cambio, existe un variopinto boceto sobre esta época en una carta que escribe Leopold a su hija Nannerl: 

"Tu hermano ha cobrado ya 559 florines, mudo más de lo que podíamos imaginar, dado que tiene otra suscripción para seis conciertos en la Mehlgrube, con 150 abonados, cada uno de los cuales paga una 'soberana'. Además, ha actuado muchísimas veces en el teatro, y también en, gira, por pura cortesía. A veces deseo vivamente que terminen de una vez todas estas academias... No puedo describirte la cantidad de engorros e inquietudes que esto acarrea. Desde que estoy aquí, el fortepiano de cola de tu hermano ha sido transportado ya al menos una docena de veces de su casa al teatro y viceversa."

He aquí una alusión al K.466 en la carta que escribe también Leopold a su hijo el 14 de enero: 

"A decir verdad, el nuevo concierto en Do mayor es terriblemente difícil. No creo que haya errores, pues el copista los ha seguido a rajatabla. Pero algunos pasajes no son armónicos hasta que no se oyen todos los instrumentos tocados a la vez."

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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y ANALIZADA 

(He añadido un enlace en el título de cada obra por si alguien desea adquirirlos. Todos ellos son extraordinarios)

J. Peter Burkholder, Donald Jay Grout, Claude V. Palisca. Historia de la música occidental. Octava edición. Alianza Música. Gabriel Menéndez Torrellas (Traductor)

Jonathan Kramer. Invitación a la música.  EDITOR, S.A. JAVIER VERGARA. 

François-René Tranchefort. Guía de la música sinfónica.  ALIANZA EDITORIAL. Segunda edición. 

Amedeo Poggi, Edgar Vallora. Mozart: Repertorio Completo. Editorial CÁTEDRA (Clásica)

miércoles, 30 de marzo de 2016

El Barroco musical

El Barroco se define comúnmente como el periodo que abarca aproximadamente desde 1600 hasta mediados del siglo XVIII. Es ampliamente aceptado que la música de esta época tiene ciertos rasgos que justifican que se le considere un “periodo estilístico”. En la crítica de arte, el término “barroco” –palabra francesa derivada del portugués barroco, que significa perla desfigurada– fue aplicado por primera vez a la música de la ópera de Rameau Hippolyte et Aricie (1733), para expresar atrevimiento, aspereza e incoherencia.

Pronto fue adoptado en la crítica del arte y la arquitectura de la época anterior para indicar irregularidad y extravagancia. J.-J. Rousseau (1768) definó la música barroca como aquella en la cual “la armonía es confusa, cargada de modulaciones y disonancias, la melodía es dura y artificial, la entonación es torpe y el movimiento constreñido”. En la crítica de arte del siglo XIX, llegó a representar las etapas finales “decadentes” del arte del Renacimiento; fue sólo a principios del siglo XX que se comenzó a usar para el estilo musical de un periodo y perdió sus connotaciones negativas.

Con el libro Music of the Baroque Era (1947) de Manfred Bukofzer, se concretó la idea de un periodo estilístico definible en música, incluyendo el análisis de las características musicales que podrían considerarse parte de esa época y señalando los paralelismos o analogías con otros aspectos de la historia cultural. Si bien se acepta que el siglo y medio que va de 1600 a 1750 es una división apropiada, es ampliamente admitido que muchas características del estilo barroco pueden encontrarse en parte de la música de la segunda mitad del siglo XVI (especialmente italiana) y que otras persistieron en algunas partes de Europa –en su mayor parte periféricas– hasta finales del siglo XVIII, aunque en otras regiones, los signos de una nueva era estilística se distinguen ya en la década de 1720. Algunos escritores subdividen la época barroca en tres partes: temprana, hasta mediados del siglo XVII; intermedia, hasta finales del siglo XVII; y tardía, hasta las muertes de Bach y Handel.

El principio estético central del Barroco fue que la música debía expresar estados afectivos y que debía mover las pasiones del oyente; éstas estaban prescritas por las palabras que habrían de musicalizarse (o la interpretación que el compositor hacía de ellas) en el caso de las obras vocales, aunque también se aplicaba a las obras instrumentales. Este desarrollo tenía sus raíces en los orígenes del humanismo, el estudio subsiguiente de los principios de la retórica clásica durante el siglo XVI, y la filosofía de la Contrarreforma. Durante el siglo XVII, los teóricos, en Alemania especialmente, desarrollaron una serie compleja de paralelismos entre retórica y música por medio del análisis de figuras musicales similares a las figuras del lenguaje del orador. Éstas debían usarse para propósitos afectivos con el fin de despertar estados emocionales idealizados en el oyente.

Estilísticamente hablando, varios rasgos pueden determinarse como característicos del Barroco temprano, distinguiéndolo de la era precedente. Mientras que la música del Renacimiento se considera en grandes términos caracterizada por una polifonía plana, líneas fluidas y texturas homogéneas, en la época barroca los compositores buscaron contraste en varios planos distintos: entre suave y fuerte (como se ve en el ejemplo de la Sonata pian e forte de Giovanni Gabrieli, 1597); entre solos y tuttis u otros grupos contrastantes (el estilo concertado), como en los varios tipos de concierto incluyendo el motete vocal así como el de tipo instrumental que surgió en esta época y afectó muchos otros géneros de música; entre los distintos colores vocales e instrumentales; entre lento y rápido, al alternar secciones de una obra de varias secciones, incluso entre diferentes voces o instrumentos (una voz de movimiento rápido combinada con una de movimiento lento). La tradición
del Renacimiento veneciano tardío de escribir para varios coros (vocales o instrumentales) y de usar efectos espaciales, así como el desarrollo posterior de esa tradición en una escala masiva asociada con la música eclesiástica romana del siglo XVII, es un producto capital del pensamiento contrarreformista: saturar las emociones del oyente con la grandeza y la magnificencia de la música de la misma forma en que las grandes catedrales de la época lo hacían con su sólida arquitectura (muchas en Italia, pero también en otras partes, como en Salzburgo y St Paul’s en Londres).

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